por Antonio Madrigal
Las concepciones sobre la
sexualidad anteriores a Freud descasaban su fundamento en un enfoque
puramente biológico, elaborando una descripción de la estructura
orgánica y su ejecución mecánica, basada en un modelo epistémico
sostenido por la observación y comprobación empírica. El andamiaje teórico
que ira construyendo Freud acerca de la sexualidad parte de un
modelo epistémico que no esta sometido a la comprobación objetiva
de los hechos, y que a la postre será un rasgo distintivo en la
labor clínica del psicoanálisis: la escucha.
La sexualidad,
conceptualizada y concebida como un objeto mas estudio manifiesta un
rasgo característico de lo humano, evidenciando la particularidad de
los sujetos inscritos en el orden social, donde queda por fuera
de un saber absoluto, acabado y completo. En su génesis misma, la
sexualidad guarda una incertidumbre estructural que deja una falla
inconciliable en cada sujeto inmerso en la cultura, estancia
paradójica constituyente de su malestar. Por lo tanto la concepción
de la sexualidad obedece a una lógica distinta de las visiones de su
época, de la que no se puede dar cuenta sin la enunciación de los
sujetos algo sobre ella.
Freud revoluciono la
concepción de la sexualidad a partir de señalar la presencia de
ésta en la edad infantil, y con ello no solo cambio la imagen de los
niños como seres puros e inmaculados, también el lugar que ocupa la
sexualidad en la vida de los seres humanos, tanto de forma
constitutiva como causa patógena de lo que en su época agrupo como
afecciones psíquicas y corporales, delineadas en los cuadros
sintomáticos correspondientes a lo que ubicó como psiconeurosis y
neurosis actuales.
Para Freud tales
afecciones psíquicas guardan en su etiología un carácter sexual,
lo cual describe a partir del material clínico recabado con sus
pacientes y, se constituyen por distintos mecanismos. En las neurosis
actuales agrupa la neurastenia y la neurosis de angustia, y la
etiología sexual de este cuadro sintomático es situada como de
“índole actual”. La neurastenia es caracterizada por distintas
afecciones que en general producen un decremento en el rendimiento
para desempeñar la actividades cotidianas a causa de la
masturbación excesiva; la neurosis de angustia es provocada por
un desvío de en la descarga “normal” de la sexualidad, reflejado
en ataques de angustia, inquietud, angustia de expectativa. Las
psiconeurosis por su parte, se van a agrupar tres tipos: histeria,
neurosis obsesiva y la fobia, que presentan como rasgo principal una
etiología sexual arraigada en una vivencia infantil.
“La sexualidad en la
etiología de las neurosis” marca un punto de ruptura en el
abordaje de la sexualidad como causa de las afecciones psíquicas, ya
que apunta a construir un sustento teórico para las hipótesis Freud
del que se desprenden distintos hallazgos como el reconocimiento de
una sexualidad infantil, descubrimiento del complejo de Edipo y el
abandono de la teoría del trauma.
El reconocimiento de una
sexualidad infantil implico la reconsideración que la sexualidad
misma, que no está ligada únicamente una genitalidad, como
comúnmente se la había concebido hasta ese momento que la
sexualidad inicia al entrar en la pubertad. La sexualidad se muestra
en insospechadas manifestaciones que Freud descubre, y se configura
por distintos elementos que la componen como: el “objeto” sexual
y la “meta” sexual. La revisión del trabajo de Krafft-Ebing,
“Psicopatía Sexual” como referencia principal de su época para
la elaboración de “Tres ensayos de teoría sexual”, donde se
trata una gran diversidad de perversiones dirigidas a la satisfacción
sexual por una vía distinta a la considerada “normal”, Freud irá
desentrañando parte del enigma que representa la sexualidad, donde
el principal hallazgo es que no hay un saber sobre la sexualidad, pues
ésta siempre guarda un aspecto inasible para los sujetos, por lo
tanto tampoco existe un ejercicio “normal” o “adecuado” de la
misma, ya que se construye en una dimensión psíquica que no
obedece patrones orgánicos.
Cuando Freud menciona que
el infante es un perverso polimorfo apunta justamente al aspecto que
escapa a una concepción de una sexualidad normal, puesto que la
sexualidad del sujeto se constituye por caminos inciertos trazados
por los avatares de la vida que nunca se alcanzan a cubrirse para
monitorear el origen de su constitución psíquica.
Esto también se debe a
que para Freud el objeto de la satisfacción sexual esta originalmente perdido,
dejando así, una huella que inevitablemente orientará a los sujetos
a la búsqueda del mítico reencuentro donde se lograría una
satisfacción plena con ese objeto.
El empuje que mantiene la
búsqueda constante de los objetos para la satisfacción sexual se
enmarca en un concepto fundamental para el desarrollo teórico
freudiano: la pulsión. Carente de cualidad, la pulsión es
considerada “como una medida de trabajo para la vida anímica”,
sirviendo como un deslinde de lo anímico con lo corporal. Freud
ubica en el origen de la pulsión sexual infantil estos momentos: “a)
como calco de la satisfacción vivenciada a raíz de otros procesos
orgánicos” (alimentación); “b) por una apropiada estimulación
de las zonas erógenas” (erotización); “c) como expresión de
algunas ‘pulsiones’ cuyo origen todavía no comprendemos bien”.
Para llevar a cabo la satisfacción, las pulsiones se sirven de un
objeto lábil, pues la diversidad de representaciones que este puede
tener es infinita, y se rigen por una satisfacción parcial, cuyo
intento de unificarlas deriva se dirige a una pulsión genital que
fracasa, debido a la imposibilidad de los objetos para obturar la
perdida originaria del objeto.
Freud propone una
organización sexual infantil que divide primero en cuatro fases y
posteriormente en cinco, con el propósito de delimitar momentos del
desarrollo sexual, las zonas erógenas y el objeto con el que se
relacionan. Primero, al estar apuntalado a las pulsiones de
autoconservación, la fase pregenital oral encuentra su satisfacción
en la zona de la boca y sus contornos, y la meta sexual consiste en
la incorporación del objeto cuyo representante podría ser el seno
materno; una segunda fase pregenital es la sádico-anal,
caracterizada por la diferenciación de opuestos que todavía no se
alcanzan a identificar como masculino y femenino, pero si como activo
y pasivo, teniendo como zona erógena la cavidad anal, obteniendo
como satisfacción la retención y expulsión de las heces que se
juegan como objeto; la secuencia continua con la fase fálica, en la
que, para ambos sexos se rigen por un primado fálico, organizando la
sexualidad en torno al falo e indiferenciandola, en la que se
inscribe el complejo de Edipo; la fase siguiente es la de latencia,
donde se presenta un adormecimiento de las pulsiones sexuales, volcando
la libido hacia el conocimiento y lo intelectual, haciendo sucumbir a la
masturbación y el interés sexual ante la represión, que habrán de
reordenarse durante la adolescencia; por ultimo la instauración del
primado del falo al servicio de la reproducción se enmarca en la
fase genital, donde se presume una integración de los objetos, cuyo
intento de unificarlas se dirige a una pulsión genital que fracasa,
debido a la imposibilidad de los objetos para obturar la perdida
originaria.
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