lunes, 13 de junio de 2011

Breve descripcion de la Teoría sexual de Freud

por Antonio Madrigal      
Las concepciones sobre la sexualidad anteriores a Freud descasaban su fundamento en un enfoque puramente biológico, elaborando una descripción de la estructura orgánica y su ejecución mecánica, basada en un modelo epistémico sostenido por la observación y comprobación empírica. El andamiaje teórico que ira construyendo Freud acerca de la sexualidad parte de un modelo epistémico que no esta sometido a la comprobación objetiva de los hechos, y que a la postre será un rasgo distintivo en la labor clínica del psicoanálisis: la escucha.
La sexualidad, conceptualizada y concebida como un objeto mas estudio manifiesta un rasgo característico de lo humano, evidenciando la particularidad de los sujetos inscritos en el orden social, donde queda por fuera de un saber absoluto, acabado y completo. En su génesis misma, la sexualidad guarda una incertidumbre estructural que deja una falla inconciliable en cada sujeto inmerso en la cultura, estancia paradójica constituyente de su malestar. Por lo tanto la concepción de la sexualidad obedece a una lógica distinta de las visiones de su época, de la que no se puede dar cuenta sin la enunciación de los sujetos algo sobre ella.
Freud revoluciono la concepción de la sexualidad a partir de señalar la presencia de ésta en la edad infantil, y con ello no solo cambio la imagen de los niños como seres puros e inmaculados, también el lugar que ocupa la sexualidad en la vida de los seres humanos, tanto de forma constitutiva como causa patógena de lo que en su época agrupo como afecciones psíquicas y corporales, delineadas en los cuadros sintomáticos correspondientes a lo que ubicó como psiconeurosis y neurosis actuales.
Para Freud tales afecciones psíquicas guardan en su etiología un carácter sexual, lo cual describe a partir del material clínico recabado con sus pacientes y, se constituyen por distintos mecanismos. En las neurosis actuales agrupa la neurastenia y la neurosis de angustia, y la etiología sexual de este cuadro sintomático es situada como de “índole actual”. La neurastenia es caracterizada por distintas afecciones que en general producen un decremento en el rendimiento para desempeñar la actividades cotidianas a causa de la masturbación excesiva; la neurosis de angustia es provocada por un desvío de en la descarga “normal” de la sexualidad, reflejado en ataques de angustia, inquietud, angustia de expectativa. Las psiconeurosis por su parte, se van a agrupar tres tipos: histeria, neurosis obsesiva y la fobia, que presentan como rasgo principal una etiología sexual arraigada en una vivencia infantil.
“La sexualidad en la etiología de las neurosis” marca un punto de ruptura en el abordaje de la sexualidad como causa de las afecciones psíquicas, ya que apunta a construir un sustento teórico para las hipótesis Freud del que se desprenden distintos hallazgos como el reconocimiento de una sexualidad infantil, descubrimiento del complejo de Edipo y el abandono de la teoría del trauma.
El reconocimiento de una sexualidad infantil implico la reconsideración que la sexualidad misma, que no está ligada únicamente una genitalidad, como comúnmente se la había concebido hasta ese momento que la sexualidad inicia al entrar en la pubertad. La sexualidad se muestra en insospechadas manifestaciones que Freud descubre, y se configura por distintos elementos que la componen como: el “objeto” sexual y la “meta” sexual. La revisión del trabajo de Krafft-Ebing, “Psicopatía Sexual” como referencia principal de su época para la elaboración de “Tres ensayos de teoría sexual”, donde se trata una gran diversidad de perversiones dirigidas a la satisfacción sexual por una vía distinta a la considerada “normal”, Freud irá desentrañando parte del enigma que representa la sexualidad, donde el principal hallazgo es que no hay un saber sobre la sexualidad, pues ésta siempre guarda un aspecto inasible para los sujetos, por lo tanto tampoco existe un ejercicio “normal” o “adecuado” de la misma, ya que se construye en una dimensión psíquica que no obedece patrones orgánicos.
Cuando Freud menciona que el infante es un perverso polimorfo apunta justamente al aspecto que escapa a una concepción de una sexualidad normal, puesto que la sexualidad del sujeto se constituye por caminos inciertos trazados por los avatares de la vida que nunca se alcanzan a cubrirse para monitorear el origen de su constitución psíquica.
Esto también se debe a que para Freud el objeto de la satisfacción sexual esta originalmente perdido, dejando así, una huella que inevitablemente orientará a los sujetos a la búsqueda del mítico reencuentro donde se lograría una satisfacción plena con ese objeto.
El empuje que mantiene la búsqueda constante de los objetos para la satisfacción sexual se enmarca en un concepto fundamental para el desarrollo teórico freudiano: la pulsión. Carente de cualidad, la pulsión es considerada “como una medida de trabajo para la vida anímica”, sirviendo como un deslinde de lo anímico con lo corporal. Freud ubica en el origen de la pulsión sexual infantil estos momentos: “a) como calco de la satisfacción vivenciada a raíz de otros procesos orgánicos” (alimentación); “b) por una apropiada estimulación de las zonas erógenas” (erotización); “c) como expresión de algunas ‘pulsiones’ cuyo origen todavía no comprendemos bien”. Para llevar a cabo la satisfacción, las pulsiones se sirven de un objeto lábil, pues la diversidad de representaciones que este puede tener es infinita, y se rigen por una satisfacción parcial, cuyo intento de unificarlas deriva se dirige a una pulsión genital que fracasa, debido a la imposibilidad de los objetos para obturar la perdida originaria del objeto.
Freud propone una organización sexual infantil que divide primero en cuatro fases y posteriormente en cinco, con el propósito de delimitar momentos del desarrollo sexual, las zonas erógenas y el objeto con el que se relacionan. Primero, al estar apuntalado a las pulsiones de autoconservación, la fase pregenital oral encuentra su satisfacción en la zona de la boca y sus contornos, y la meta sexual consiste en la incorporación del objeto cuyo representante podría ser el seno materno; una segunda fase pregenital es la sádico-anal, caracterizada por la diferenciación de opuestos que todavía no se alcanzan a identificar como masculino y femenino, pero si como activo y pasivo, teniendo como zona erógena la cavidad anal, obteniendo como satisfacción la retención y expulsión de las heces que se juegan como objeto; la secuencia continua con la fase fálica, en la que, para ambos sexos se rigen por un primado fálico, organizando la sexualidad en torno al falo e indiferenciandola, en la que se inscribe el complejo de Edipo; la fase siguiente es la de latencia, donde se presenta un adormecimiento de las pulsiones sexuales, volcando la libido hacia el conocimiento y lo intelectual, haciendo sucumbir a la masturbación y el interés sexual ante la represión, que habrán de reordenarse durante la adolescencia; por ultimo la instauración del primado del falo al servicio de la reproducción se enmarca en la fase genital, donde se presume una integración de los objetos, cuyo intento de unificarlas se dirige a una pulsión genital que fracasa, debido a la imposibilidad de los objetos para obturar la perdida originaria.

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